Dios, Señor de la historia, que envió a su Hijo en la plenitud de los tiempos para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado, y concederles el don inapreciable de ser hijos de Dios, nos recuerda siempre la presencia viva de Cristo Jesús en la Iglesia.
Prueba de ello fue la celebración del Concilio Vaticano II, tras el cual, el Espíritu Santo ha hecho surgir en diferentes partes del mundo, un verdadero renacimiento espiritual
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